A lo largo de la historia, los ríos o el mar siempre han supuesto un motor económico para ciertas poblaciones. En el caso de Holanda, las idas y venidas de pescadores y comerciantes daría como resultado un pequeño pueblecito convertido, con el paso del tiempo, en una de las ciudades más importantes de Europa. ¿Te gustaría conocer la historia de Ámsterdam?
Historia de Ámsterdam: entre un río y el mar
Cuenta la leyenda que, una noche, dos pescadores y un perro llegaron huyendo de una tormenta en la bahía IJ hasta llegar a la curva con el río Ámstel. A partir de entonces, en ese concreto lugar comenzaría a erigirse la ciudad de Ámsterdam.
Aunque no se se sabe a ciencia cierta si esta historia es verídica o no, sí existen datos y pruebas de que Ámsterdam nació entre el río Amstel y el actual lago IJ, el cual se abre al Atlántico, en el siglo XII. En esta época, además de la pesca, comenzó a ser incipiente el comercio de cerveza y la fabricación de embarcaciones. Un motor económico cuyo gobernante, Gijsbrecht van Amstel, representante del Obispo de Utrecht y miembro de una poderosa familia de la zona, se propuso mejorar construyendo un dique sobre el río Amstel en 1204. De ahí que el nombre de la ciudad provenga de la combinación de las palabras «Amstel» (por el río) y «Dam» (dique).
Ámsterdam sería oficialmente reconocida como ciudad el 27 de octubre de 1275, fecha en la que el gobierno retiró la obligación de pagar peaje a los pescadores que se movían entre el mar y el río, si bien obtendría su título de ciudad en 1306. La inclusión de Ámsterdam en 1358 en la Liga Hanseática, federación de origen alemán que aglutinaba a diferentes ciudades portuarias del norte de Europa, permitió que la ciudad recibiera aún más habitantes, además de una población judía que se instaló en la capital impartiendo el arte de trabajar y comercializar piedras preciosas.
Parte del Imperio Sacro Germánico, los Países Bajos pasaron a ser gobernados en 1556 de Felipe el Hermoso, monarca español que apenas era capaz de dirigirse a sus súbditos en idioma flamenco. Hechos como este, sumado a la represión de creencias como el calvinismo por parte de la Inquisición sembraron en los neerlandeses un poderosos sentimiento independentista . Todos estos factores darían como resultado la conocida como Guerra de los 80 años, la cual duró entre 1568 y 1648, saldándose con la independencia de los Países Bajos tras firmar la Paz de Westfalia.
Los Países Bajos, vistos como un país de mayor libertad religiosa, comenzó a atraer a los sefardíes de España o los hugonotes de Francia, quienes se instalaron en gran parte en Ámsterdam, aportando ese toque cosmopolita que la ciudad aún destila hoy día.
Ámsterdam y el siglo de oro neerlandés
Una vez consolidado como país independiente, los Países Bajos se convirtieron en una de las grandes potencias del mundo gracias, especialmente, a su puerto, el cual no solo dinamizaba la actividad comercial, sino que también permitió la creación de la Compañía Holandesa de las Indias Orientales y la posterior conquista de sus muchas colonias. Estos sucesos convirtieron el XVII en el conocido como «Siglo de Oro Neerlandés«, traducido en una actividad política, económica, científica y cultural sin precedentes.
También en esta época comenzó la construcción de algunos de los edificios más icónicos de la ciudad como la Plaza Dam o el Palacio Real. Cambios que incitaron a un cambio urbanístico definido por la construcción de los famosos canales de Ámsterdam, dividiendo el cauce del río Ámstel y creando nuevas formas de comunicación, transporte y comercio entre las diferentes zonas de la ciudad.
Hacia el año 1700, Ámsterdam ya contaba con 200.000 habitantes, consolidando su condición como una de las capitales más bulliciosas y prósperas de Europa.
No obstante, sería en el siglo XVII cuando tanto la ciudad como los Países Bajos verían erosionado parte de su esplendor debido a los diferentes conflictos contra Inglaterra por el dominio de las rutas marítimas durante las conocidas como Guerras anglo-neerlandesas. A ello habría que sumar la participación de los Países Bajos en la Séptima Coalición contra Francia durante las Guerras Napoleónicas, contienda que arrebató gran parte de sus fortunas a ciudades como Ámsterdam.
Una época oscura que se vio revitalizada hacia finales del siglo XIX, cuando la recuperación económica y la industrialización permitieron la construcción de nuevos museos, la Estación Central y más canales en la ciudad.
Historia de Ámsterdam: las dos caras del siglo XX
El esplendor de Ámsterdam continuó aumentando hasta la llegada de la Primera Guerra Mundial en 1914. Durante este período, los Países Bajos se mantuvo al margen de la contienda, si bien la hambruna y la pobreza sacudieron gran parte del país.
El gran golpe llegaría con la Segunda Guerra Mundial y la dominación nazi de la ciudad de Ámsterdam un 10 de mayo de 1940. El objetivo de las tropas de nazi era perseguir a todos los judíos que encontrasen para enviarles a los infames campos de concentración. Una persecución que se saldó con apenas 5.000 judíos supervivientes y grandes pérdidas como la de la niña Ana Frank, cuyo diario daría la vuelta al mundo tras ser recuperado por su padre meses después de acabar la guerra.
Durante los años de la guerra, la población de Ámsterdam estuvo incomunicada con el resto de Europa y sufrió uno de los más graves períodos de hambruna de su historia. Animales domésticos, flores y árboles eran consumidos como alimento o fuente de energía a fin de poder sobrevivir al caos.
Pasados los tiempos de la Segunda Guerra Mundial, la ciudad comenzó a recuperarse y pulir ese carisma que durante siglos la convirtió en una de las grandes urbes del mundo.
La llegada del movimiento hippie, el aumento de las viviendas flotantes debido al exceso de población y otros episodios sociopolíticos del siglo XX han terminado por hacer de aquel pequeño pueblo nacido de un río un lugar cosmopolita, lleno de tolerancia y solidaridad donde, más allá de sus coffee shops, prevalecen una cultura y ambiente únicos.
¿Te gustaría visitar Ámsterdam?